Carla se zambulle en el universo de las citas online, para dar consejos, tips y su punto de vista personal –y profesional- sobre el asunto. Es porteña, tiene 38, y está feliz de haber conocido al hombre de su vida combinando el mundo analógico con el digital.
Me tengo que presentar, pero haciendo honor a casa de herrero cuchillo de palo, me cuesta. Vamos a hacerlo de modo genérico, así me relajo, y además así se dan cuanta cómo esto le podría haber pasado a cualquiera de ustedes, ¡o cómo les puede pasar! Porque imagínate que un día te despertás y te das cuenta que estás a pasitos de llegar a los 40 o 50, y que lo que dejás atrás fue genial, pero querés redoblar la apuesta. Te casaste, te separaste por esas cosas de la vida, tenés uno o dos hijos, quizás una mascota, una carrera que ahora si que está llegando a un punto de relax y tranquilidad, y algo de tiempo. Pero te falta algo. Te das cuenta también que querés volver a apostar al amor, encontrar una pareja, alguien con quien ir a los cumpleaños de tus amigos, disfrutar de los fines de semana, pasar tus vacaciones en una de esas, en fin… alguien con quien compartir. El tema es que se te complica volver al ruedo, más que nada porque no sabés cómo. Después de varias salidas desastrosas en las cuales tus amigos te presentan a esa media naranja ideal, que termina pareciéndose más a una media pera, le das una chance al vecino o a la chica que siempre ves en el super chino, y hasta te empilchás para sumarte a los famosos after office… pero nada. Entonces leés de casualidad -o causalidad- sobre la historia de una pareja que se conoció en un sitio de citas online, pero no terminás de creer que eso te pueda pasar. Así y todo te suscribís, completás tu perfil, y como ya te pudriste de que nada funcione, decidís ponerte las pilas, de verdad. En un rapto de emoción comenzás a investigar a los candidatos, y a la competencia, claro. Analizás qué hay disponible, cuál es la oferta, y cómo responden a tus versiones de vos mismo, que poco a poco vas mejorando. Te sumergís en lo profundo del sistema, como quién quiere desmontar un mecanismo para entenderlo en serio, y desarrollás una estrategia. Vos, tu propio conejillo de indias, te sometés a tu propio experimento, tropezás, te equivocás, analizás, revés tu estrategia, tus miles de pruebas, ensayos y errores, pero después de sangre, sudor y lágrimas… Voliá! Finalmente podés decir que ahora si estás comiendo perdices, o un buen asado, para dos. Ah, me llamo Carla.